Ahora, justo cuando había logrado acostumbrarme, me marcho a otro lugar, quién sabe si mejor.
He hecho de todo en estos últimos dos años, de todo menos vivir –vivir, en el sentido vitalista del término, inclusive nietzscheano–. Y eso que me tatué un recordatorio en el brazo por si algún día se me olvidaba hacerlo.
Pensarán que es una tontería eso de olvidarse <<vivir>>, pero no es así. Sufría una parálisis que me mantenía ajena al ritmo del mundo exterior. Y la causa tenía nombre y apellidos.
Pensarán que es una tontería eso de olvidarse <<vivir>>, pero no es así. Sufría una parálisis que me mantenía ajena al ritmo del mundo exterior. Y la causa tenía nombre y apellidos.
Desde aquella noche nada ha vuelto a ser como antes, lo juro. A veces siento como si ella estuviera vigilándome. Incluso noto cómo se clavan en mi nuca sus pupilas. Y me gusta.
No sé por qué me gusta.
Además, ahora todos los miércoles me parecen despreciables, y los jueves, y todos los días de la semana en los que siguen corriendo por mi mente a raudales pensamientos oníricos e imágenes siderales. Esas cosas que a mí me provocan tanta aversión.
No sé por qué me gusta.
Además, ahora todos los miércoles me parecen despreciables, y los jueves, y todos los días de la semana en los que siguen corriendo por mi mente a raudales pensamientos oníricos e imágenes siderales. Esas cosas que a mí me provocan tanta aversión.
Y eso que la quise… ¡Si supieran cuánto la quise! De verdad, que hasta sonámbula de día como ella solía estar, no hubiera tocado ni un solo mechón de su pelo bermellón por no haberla despertado y hecho caer desde la altura hasta donde la había llevado su orgullo. Imagínense cómo era. De aquellas que continuaban desfilando aunque el desfile ya hubiera acabado.
Pero la quería, de verdad que la quería. Si no, pregúntenle a ella.
PD: Esa noche, ella fue muy cruel. Empezó despidiéndose --> http://www.youtube.com/watch?v=3GqTzn7Hi3U